domingo, 26 de septiembre de 2010

Inyecciones



De niño siempre fui un niño muy enfermizo, me enfermaba de gripe con demasiada frecuencia, seguramente a esa edad aún no había desarrollado por completo todo mi kit, pero… era una lata, ya que me tenían que inyectar con mucha frecuencia.

Siempre me han dado algo de pánico las inyecciones.
De hecho cuando me decían que me iban a inyectar, no hacía ningún gesto, engañaba a todos, diciendo que ahora si me iba a dejar, pero mi plan comenzaba armarse.

A la hora que veía que mi madre promovía la preparación de todo esa litúrgica sesión que se realizaba antes cuando se iba a inyectar a cierta persona.

Calentamiento de agua, enseguida sacar las jeringas de cristal de su cajita de metal, posteriormente las agujas puntiagudas gruesas y largas, listas para perforar la hermosa piel de uno, meterlas al agua que  en ese periodo ya se encontraría hirviendo, y finalmente perforar los frasquitos que contenían la medicina, blancos y espesos, pareciera que era leche y una jeringa para vacas (algo así era el proceso).

Cuando veía que comenzaban a hervir el agua, yo me escondía en todos lados, en el buro, en el ropero, debajo de la cama. En el patío había un enorme árbol de hule, que seguramente alcanzaba la altura de dos pisos y medio, pues… yo por temor a las inyecciones, me subía hasta la punta y ahí llegue a pasar unas cuatro o cinco  horas. El aire meneaba las ramas, el frío me hacía toser y en efecto enfermarme más, pero no bajaba, hasta que ya había unas luces apagadas, eso me hacia pensar que ya dormían.

Sin embargo mi plan por lo regular solía fallar, porque me dejaban dormir un rato más y un poco más tarde me despertaban para sujetarme entre todos e inyectarme. 

Yo hacía un berrinche, ¡pff!,  como de esos niños berrinchudos que se revuelcan en el piso, si así hacía yo, me revolcaba, lloraba y gritaba:
 Auxilio, auxilio… me quieren matar (ja,ja esto si ya me lo invente, pero igual no dudo que pudo haber pasado).

Me agarraban entre casi todos (hermanos, hermana, papa y mamá) y aún así me brincaban las piernitas jajaja).

De hecho mi padre me compraba unas cocadas y según el me decía que cuando me fueran a inyectar, yo le debería de dar unas mordidas, según para que no sintiera tanto.

La verdad yo a esa edad pensaba:

Que onda, con mi padre, se hace pato o que onda, si, siempre que le muerdo, sigo sintiendo el picotazo en la nalga. Que no se haga pato, a mi me quiere engañar.

Pero claro, no le decía nada, porque mi inocencia me hacia dudar de mis palabras y siempre me hacía ceder.

Mi madre me ponía una espantada cuando me decía:
 
NOO te pongas duro, si te pones duro, te voy a picar otra vez, porque tapas la aguja, y para amolar más la situación en ocasiones se llegó a tapar hasta tres veces.

Luego me entraba un temor cuando me decía:  

Noooo te muevas, si te mueves se va a romper la aguja, se te va a quedar adentro y entonces si vas a estar muy  mal.

 
Yo, por más que hacía por aflojar las nalgas (jajaja eso sonó cura) a la hora que mi madre ponía su mano sobre mi lindo y suave trasero yo, automáticamente apretaba el asterisco ja, ja y por consecuencia me ponía todo tenso, después aflojaba un poco y de nuevo cuando limpiaba con el algodón lleno de alcohol, sentía un frío que me erizaba la piel y me alertaba  como diciendo: 

¡Estás listo canijo, ahora si ahí va el piquetito!

Y de nuevo apretaba todo mi cuerpo (ja,ja) en momentos mis hermanos me decían:

Tu eres He-Man (cosa que en su momento no les creía, ahora si ja,ja), debes de aguantar.

Yo tomaba aire y me lo creía por momentos, pero enseguida me entraba el pánico y desertaba de mi ideal.

Y bueno con el paso de los años lo he superado en un 65%, aún les tengo temor, pero no tanto.

En secundaría, mi madre me enseño a inyectar y lo hacía muy bien. Según ella y a los que inyectaba, tengo mano para eso.

Hace unos años, estaba muy enfermo de gripe y al siguiente día vería a mis sobrinas y sobrinos. Si yo los veía en ese estado mis hermanos no me dejarían acercar a ellos, así que opte por unas inyecciones y con The Hindu Times (Oasis) de fondo, mi madre hizo una fina inserción de la aguja en mis posaderas.

Y en el mundial de 1990, murió un tío, fuimos al velorio. Estando allá pedí permiso a mi madre para ir a casa a ver e partido de México., de regreso a casa, fui corriendo, porque quería ver el juego, una cuadra y media antes de llegar, descanse, y me fui caminando… cuando de una casa donde platicaban unas señoras, salió un perro, perro que usualmente salía y no chistaba nada, se me acerco y… yo seguí caminando., pero unos pasos más, el perro sin ladrar, ni nada, me tiro una mordida,(en ese preciso momento se escucha que los televisores que se escuchaban gritan: 

Gooooool, le meten gol a México) la cual perforo mi pantalón, mi piel y las señoras solo se me quedaron viendo ( Pin*** viejas pend****s)

Yo únicamente sentí algo caliente, y seguí mi camino a casa… renqueando pero de manera acelerada para llegar a ver el goool, llegue y prendí el televisor. Me quito el pantalón para observar el atrapo del perro y al ver semejantes orificios me da por llorar.

Según mi madre me tenían que inyectar en la espalda o en el ombligo y que necesitaba ir al doctor.

Al saber de las inyecciones… dije: NO, jamás…

Así que opte por remedios caseros, lavadas diarias con limón, sal, ajo, alcohol y agua caliente.

Diario mi madre me lavaba y me hacía llorar de dolor, pero prefería eso a que me inyectaran.

Y mi hermano me decía por teléfono: 

Bueno ya si al rato te vemos babeando con tus amigos o algo así, entonces nos preocuparemos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ves, que si parece peluca.. jaja
eso ya me lo sabia.. he-man...

H dijo...

HAY., SI, MUY SABELOTODA... JA,JA!