Mi cama habla, bueno quizás no sea el término adecuado para decir que: se comunica en su muy particular forma de hacerlo. (jajaja) Aunque suene fuera de tono, así es. Últimamente ya no lo ha hecho, pero antes… al dormir, no me dejaba conciliar el sueño con gran facilidad.
¿Por qué? El sueño yo lo tenía, y la disposición de descansar ni se diga, pero…
Ella emitía un sonido extraño justo antes de irme a dormir, no se tiraba gases o algo más extraño, únicamente se escuchaba como que la madera rechinaba, es normal que la madera se extienda y se comprima con el calor y el frio.
Aquí lo gracioso es que cuando yo me acostaba ella comenzaba, y yo le respondía tocando la madera a manera de: toc, toc, toc… Y ella: Me respondía de la misma manera: Toc, toc, toc. (Pero a manera de rechinido), enseguida yo sorprendido hacia:
Toc… Toc…
Y ella respondía: Toc, toc…
Con frecuencia solíamos hacer ese tipo de comunicación, por momentos imaginaba que vivía un ser dentro de la madera, también imagine: está un ratón por ahí atorado. Recordé en automático la comunicación del filme: Let The Right One In
Hasta que un día mi yacija no me dejo dormir y me tuve que dar un giro de 180º y ponerme los audífonos a un nivel tenue y poder adormecerme.
Desde esa ocasión mi cama dejo de hacer esos sonidos extraños.
Aunque antes estaba ella dispuesta a hacer el sonido siempre que alguien se acostara en ella. (Para colmo infiel: ¡hahahaha!)
Un día me visitó mi gran amigo Obed H.M. y le comenté, claro, no me creyó, de hecho dudó desde que le comente las primeras palabras. Y Tuvo que irse a costar a la cama un rato para poder corroborar que mis palabras eran reales.
De hecho, comencé a dudar mientras compartía mis palabras de mi razón y llegué a pensar: ¿Y si solo me pasa a mí? ¿y si… es mi imaginación?
¡Oh! Sorpresa….
La cama en unos cuantos minutos comenzó a realizar sus rechinidos. Enseguida aproveche y le dije, respóndele con unos: Tocs, tocs. Y la cama respondió.
Increíble, ¿cierto? Bueno, quizá no tanto, esto ya tiene bastante tiempo que lo he querido compartir, pero el tiempo hacía que me alejara de mis momentos mágicos de escritor de historias paganas.
Mi cama es una litera de madera hermosa, es mágica; no es king-size, ni tiene tecnología espacial con resortes individuales que estimulan partes prohibidas en los hombres, ni se tiende por sí sola, ni está hecha con pieles de animales en peligro de extinción; pero es mágica, y les diré por qué.
Una vez que te acuestas en mi cama, esta te absorbe, te abraza con calidez maternal y te envuelve con su manto de ensueños; luego te da un beso en la mejilla y te susurra con voz de ángel al oído: "bienvenido al mundo de las estrellas, mi más querido amigo. Prepárate para ser el héroe de las más increíbles aventuras que un humano pueda concebir en su imaginación".
Tus ojos se cierran irremediablemente, tu respiración se profundiza y tu cuerpo se rinde ante la pesadez. Es como si de la almohada saliera una aguja que te inyectara un líquido adormecedor directo en la nuca, pero sin dolor, y tú sientes como a poco a poco el líquido anestesiante recorre cada una de las terminales nerviosas de tu cerebro estimulándolas con la suavidad y la precisión que tendría una masajista japonesa, hasta que te quedas completamente dormido como si tuvieras un interruptor en "apagado".
En serio, Siddhartha alcanzaría el Nirvana más rápido si se echara de espaldas en mi cama y extendiera sus brazos para descansarlos --obviamente sin estar yo en ella-- que bajo su árbol y frente a su río, (y sin desperdiciar tantos años).
Mi cama es como si fueran en un avión, ya alcanzando los 30,000 pies de altura y vieran a sus costados a los médanos de nubes de algodón llamándoles para que brinquen sobre ellos, ustedes les hicieran caso, y saltaran desde lo alto rebotando suavemente en ellos. Así es mi lecho, tan fresco, tan suave y tan celestial como las nube.
Usando un extracto del blog de: falso profeta
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